La cosa es que AA
como tal no es necesario ¡con lo que hoy por hoy sabemos! El único papel que le puede dar la relevancia especial que indica el mito es que Martin diga «no, es que si no es AA el que le da el espadazo final al NK, no muere y no se gana la Batalla por el Amanecer.» Por lo demás, para ganar la Batalla del Amanecer —repito,
con lo que hoy sabemos— lo que se necesita a grandes rasgos es:
1) Personas que conozcan la existencia de los Otros, su naturaleza y cómo destruirlos.
2) Que estas personas sean figuras relevantes de la sociedad y/o consigan concienciar al menos parte de la sociedad de esta amenaza y —si ésta ya se ha desatado y son testigos— hagan saber que se les puede destruir.
3) Recursos humanos obtenidos con lo anterior para formar un ejército que enfrente a los Otros.
4) Una mínima logística que permita equipar a este ejército —vidriagón, combustibles, armas, protecciones, distinto equipo— y alimentarlo.
5) Que las personas anteriores y/o otras sean líderes militares competentes y apliquen los conocimientos sobre los Otros a las tácticas con las que los combatirán. Dentro de esto incluyo el saber aprovechar el terreno y los emplazamientos de los que se disponga en su momento.
6) Que el ejército formado esté mínimamente entrenado para el combate con los Otros y se mantenga disciplinado.
7) Y si nos ponemos exquisitos... dragones para agilizar los trámites. Dejemos spoilers de la serie a un lado.
Recuerdo, entre otros, unos fragmentos de
Tormenta de espadas que me resultaron muy sugerentes en este aspecto:
—¿Qué uso daríais al Agasajo? —exigió saber Cotter Pyke.
—Uno mejor del que le habéis dado vosotros. En cuanto a los castillos, Guardiaoriente, el Castillo Negro y la Torre Sombría seguirían en vuestro poder. Dotadlos de guarniciones como habéis hecho hasta ahora, pero los demás los necesito para las mías, si es que vamos a defender el Muro.
—No tenéis hombres suficientes —objetó Bowen Marsh.
—Algunos de los castillos abandonados son poco más que ruinas —señaló Othell Yarwyck, el capitán de los Constructores.
—Las ruinas se pueden reconstruir.
—¿Pretendéis reconstruirlos? —apuntó Yarwyck—. ¿Quién se encargará?
—Eso es cosa mía. Quiero que me sea entregado un documento en el que se detalle el estado actual de cada castillo y qué haría falta para restaurarlo. Mi intención es dotarlos a todos de guarniciones este mismo año y tener hogueras nocturnas encendidas ante las entradas.
—Me han contado que mataste a aquella criatura con una daga de obsidiana —le dijo a Sam.
—S-sí, Alteza. Me la dio Jon Nieve.
—Vidriagón. —La risa de la mujer roja sonaba a música—. «Fuego helado», en la lengua de la antigua Valyria. No es de extrañar que sea anatema para esos fríos hijos de los Otros.
—En Rocadragón, donde tenía mi asentamiento, hay mucha obsidiana de ésta en los antiguos túneles bajo la montaña —dijo el rey a Sam—. Grandes rocas, inmensas. La mayor parte era negra, pero creo recordar que también la había verde, roja y hasta púrpura. He enviado un mensaje a Ser Rolland, mi castellano, para que empiece a extraerla. Me temo que no podré seguir defendiendo Rocadragón por mucho más tiempo, pero tal vez el Señor de la Luz nos conceda suficiente fuego helado para armarnos contra estas criaturas antes de que caiga el castillo.
—S-s-señor, la daga... —Sam carraspeó para aclararse la garganta—. Cuando traté de apuñalar a un espectro, el vidriagón se hizo pedazos.
—La necromancia anima a esos espectros —explicó Melisandre con una sonrisa—, pero siguen siendo carne muerta. Para ellos bastará con acero y fuego. En cambio, ésos a los que llamas «los Otros» son diferentes.
—Demonios hechos de nieve, hielo y frío —dijo Stannis Baratheon—. El antiguo enemigo. El único enemigo que importa de verdad.
Pero, vamos, que Martin puede decir otra cosa conforme avance la historia, vaya, o presentar algún tipo de problema añadido.