Organizando las pertenencias de Liadriel Keynes para enviarlas de vuelta a su planeta natal, encontraron un manuscrito suyo, ya muy avanzado. Se titulaba “Dunenomics.” Keynes hablaba sobre las posibilidades de manipular el mercado de la especia melange, creando un “shock” de oferta y delineando diversas estrategias que podría seguir un monopolista. Como no podía ser de otra manera, su solución a estos problemas pasaba por una intervención estatal que regulase ampliamente este mercado y estableciera un número mínimo de 4 operadores para evitar el surgimiento de un monopolio o un oligopolio. Si estas ideas llegan a ver la luz o no, dependerá de cómo acabe el Dunechino.
La suspicacia y la paranoia seguían haciendo estragos en la estación meteorológica. Se estaban formando dos bandos bastante definidos para el siguiente linchamiento: por un lado, los Fremen, Stilbard y Chari, seguían sin perdonar a la doctora Yueh su falta de respeto por los muertos y la consideraban muy sospechosa por ello. Por otro lado, la siniestra Bene Gesserit Madelaf no hacía muchos amigos entre los exiliados.
Estando así las cosas, la RMGH Madelaf decidió que tenía que salir de dudas antes de un posible linchamiento, y poner a prueba a Timoteo Atreides, a ver si de verdad era el Kwisatz Haderach. Así que le llamó a la biblioteca de la estación, cerró las puertas y le sometió al Gom Jabbar.
—Mete la mano en esta cajita, Timoteo.
—¿Qué hay en la caja, Reverenda?
—Dolor. Mucho dolor. Cada vez más DOLOR.
—¿Y si quito la mano y ya está?
—En mi otra mano tengo una aguja envenenada con meta-cianuro, a un centímetro de tu cuello. Retira la mano de la caja antes de tiempo y te clavaré la aguja. ¿Entendido?
Al principio el dolor era más o menos soportable; pero, tal como había dicho Madelaf, su intensidad iba en crescendo. Timoteo mantuvo la mano en la caja, pero ya no podía reprimir los gritos:
Al poco, Dama Jessica escuchó los alaridos de su hijo. Llamó al resto de exiliados y echaron abajo la puerta de la biblioteca.
—¡Ay, mi chiquitín, mi chiquirriquitín, metidito en la caja! ¡Qué te está haciendo esta bruja!
—CALLA, JESSICA —le ordenó
Madelaf con La Voz —ESTOY SOMETIENDO A TU HIJO AL GOM JABBAR.
La Voz pudo paralizar a Jessica, pero no a Chari, Stilbard y la Doctora Yueh, que rápidamente avanzaron para parar el bárbaro ritual. Aprovechando la confusión, Timoteo sacó la mano de la caja y con sus dos manos agarró la mano de Madelaf que sujetaba la aguja y se la clavó a ella en el cuello. La RMGH Madelaf se desplomó en el suelo y murió a los pocos segundos entre atroces espasmos.