Bueno, todo el mundo sabe cómo acaba el Titanic ¿no?
En la mañana del 14 de abril, Boubaris y Asha desayunaban, juntos y acaramelados tras la noche de pasión que habían pasado. El camarero le trajo su periódico “White Star Line News” a Boubaris. Éste arrugó las cejas.
—¿Qué te pasa, Bou?
—Hoy es 14 de abril. Un triste aniversario en mi familia.
—¿Por?
—El 14 de abril de 1814, mi tatarabuelo fue cruelmente asesinado por los Casacas Rojas cuando se acababa de rendir. En la Guerra de 1812, ya sabes.
—Oh, vaya, lo siento.
—Todo americano de bien debe mear siempre en dirección a Inglaterra, como decía George Washington.
—¡Eh, eh, eh! ¡No te pases, Boubaris! No me vengas con rollos contra los ingleses, por cosas de hace 100 años.
—Aunque ahora que lo pienso… no son cosas de hace 100 años. Asha, ¿dónde estabas tú en la noche que murió Loboblanco?
—¡¿CÓMO?! ¡Primero insultas a mi país y ahora a mí! ¡Anda y acábate solito el desayuno, yanki prepotente!
Asha salió del comedor hecha una furia. Boubaris rumiaba y las piezas empezaban a encajar en su cabeza. La inquietud se convirtió en runrún, el runrún en pálpito, el pálpito en temor y el temor en sospecha. Boubaris acabó su café y se dirigió al pequeño camarote de la oficiala médica. Asha no se encontraba allí sino en la enfermería, pero su compañera Mildred Larson, sabiendo que se habían liado el día anterior, no puso reparos a la entrada de Boubaris.
El joven de Providence inspeccionó disimuladamente las escasas pertenencias de Asha y sí, allí estaban, sin duda: un puñal dorado con manchas de sangre y una especie de casco con protuberancias de hueso. Salió despidiéndose amablemente de Mildred y así empezó un juego del gato y el ratón que duraría todo el día y parte de la noche. Asha y Boubaris, Boubaris y Asha se perseguían por todo el barco, acechándose con disimulo en los sitios públicos y buscando la ocasión para atacar, que nunca llegaba, en los menos frecuentados.
En su descanso de mediodía, Asha decidió zambullirse para informar a los Profundos de que ya sólo le quedaba un objetivo, pero que necesitaba ayuda.
Sin embargo, dado que Asha era una humana anatómicamente normal, tan sólo pudo transmitir un muy breve mensaje por señas a los Profundos, antes de subir de nuevo al barco:
—Ayuda. Descubierta. Queda superviviente.
Las criaturas quedaron consternadas, ya que no les había quedado muy claro que sólo quedaba UNO de los supervivientes. Así que el comando profundo decidió activar el Plan B: mover un iceberg para hundir el Titanic. Los seres submarinos movilizaron su equivalente a nuestros bulldozers y grúas, con lo que consiguieron, tras varias horas de intenso trabajo, poner varios icebergs en el camino del transatlántico.
A las 23:40 horas el vigía del Titanic detectó la gran masa de hielo que se les venía encima y dio la voz de alarma… aunque, como todos sabemos, ya era tarde.
Asha no se esperaba que sus amos decidieran destruir el buque, pero sin duda, aquello no afectaba a su misión. Redobló sus esfuerzos por encontrar a Boubaris. Mientras, este aprovechaba el caos general para dirigirse a las cocinas y hacerse con dos buenos cuchillos de trinchar. Después, se dirigió a los botes, donde calculaba que iría también Asha, como tripulante que era. En este momento os recomiendo escuchar la BSO casera que os he enviado por Whatsapp. Es mi hija al piano
Finalmente, el Político Boubaris localizó a su presa, que estaba atendiendo a una señora que se había resbalado y torcido un tobillo justo antes de llegar a los botes. El americano sacó sus dos cuchillos, apartó a la paciente de un brutal empujón y atravesó a
Asha la Sectaria de lado a lado. Quien a oro mata, a hierro muere. A continuación, Boubaris sacó los puñales y se los enseñó al oficial que supervisaba la embarcación en los botes:
—¿Has visto esto, eh? ¿Lo has visto? ¿A que me vas a dejar subir? ¿O te tengo que trinchar a ti también?
—Eh…esto… las mujeres y los niños primero, señor.
Boubaris se acercó más al oficial y le volvió a enseñar los cuchillos.
—Bue… bueno… suba usted… señor.
Y así
Boubaris el Político fue uno de los relativamente pocos hombres que subió a uno de los primeros botes y escapó del hundimiento del Titanic.
Cuando se alejaban remando del barco, tuvo lugar el típico momento de toda peli de terror en que piensas que el malo ha muerto, pero regresa para dar un último susto. Esto es lo que Boubaris creyó vislumbrar entre las aguas heladas del Atlántico:
Pero, obviamente, era tan sólo una ilusión. ¿O quizá una profunda que se acercó mucho a la superficie, intentando rematar supervivientes… o atraída por la curiosidad por esos simios peludos de la superficie? ¿Quién sabe?
Dos semanas después, Boubaris se reunía finalmente en Providence, Rhode Island, con su tío Phil, el del comodín del telegrama. Quien no era otro que:
Boubaris contó a Howard PHILLIPS Lovecraft toda su historia y sus peripecias con los Profundos y su sectaria. Andando el tiempo, el solitario de Providence escribiría “La Sombra sobre Innsmouth”, cambiando el Combarro de Madelaf por una localización ficticia en Nueva Inglaterra. Pero esa ya, es otra historia.