Chechino 2.0 Reloaded

[Madelaf]

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai

1.
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria

[Sansalayne]

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai

1. Ss
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria

[Boubaris]

Apúntarme por favor

5- Boubaris

[Liadriel]

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai

1. Ss
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5. Boubaris
6. Liadriel
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria

[tajuru]

Esta me la salto, pero os iré leyendo

[Agus Kerman]

Ave chechinos, morituri te salutant

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai

1. Ss
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5. Boubaris
6. Liadriel
7. Agus k
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria
[/quote]

[Bendar]

Me ha pedido Lauerys que la inscriba, así que:

8.Lauerys

[Theon Lobster]

Ave chechinos, morituri te salutant

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai

1. Ss
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5. Boubaris
6. Liadriel
7. Agus k
8.Lauerys
9.
10.
11.Theon L.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria

[LoboBlanco]

Ave chechinos, morituri te salutant

CHECHINVS MAGNIFICVS
Master: Bandai (el super crack de los masters!)

1. Ss
2. Aslan
3. Asha
4. Madelaf
5. Boubaris
6. Liadriel
7. Agus k
8.Lauerys
9.LoboBlanco
10.
11.Theon L.
12.
13.
14.
15.
16.
17. Ellaria

[Bendar]

Muy bien, pues como veo que habemus quorum, os paso la historia introductoria al Chechinvs Magnificvs:

CAPITVLVM PRIMVM – El Emperador y sus Locuras

SpoilerMostrar

Vuestros personajes han sido todos invitados, por una u otra razón, al banquete de mediodía en el Palacio Imperial de Roma. Todos picáis y bebéis algo distraídamente en el enorme comedor del palacio, mientras esperáis que haga su aparición el propio Emperador. Se halla presente lo más granado de la sociedad romana: senadores, mercaderes, comandantes de legiones, escritoras de renombre… Al cabo de unos minutos, hace su entrada por una puerta lateral un coro de una de las legiones del Rin que auparon al poder al actual Emperador. Irrumpen en la sala cantando:

“Aaaaaulo Viteeeelio es nuestro Emperador
Porque tú eres el mejor
Porque tú eres campeón
Porque tú derrotaste al viejo Otón”

El público asistente vitorea con fingido entusiasmo, cogiendo cualquier pieza de tela que encuentran a mano para hacerla girar (qué cómodas hubieran resultado, en este momento, las servilletas… si ya se hubieran inventado).

Los legionarios prosiguen con su canto machacón: “Aaaaaulo Viteeeelio” hasta que, “hablando del rey de Roma, por ahí asoma,” el interpelado entra en el comedor por la puerta principal. Aquí un busto del Emperador Aulo Vitelio:



Teniendo en cuenta que estos bustos se hacían para favorecer descaradamente al soberano reinante, podemos pensar razonablemente que este señor era más feo que Picio. Las crónicas de la época no ahorran detalle sobre su gordura. Lo cual no es de extrañar, pues desde su llegada al poder, organizaba III (tres) inmensos banquetes al día, todos los días. Lo que podría haber sido un mero problema estético, o de salud, se acabó convirtiendo en una grave rémora para el erario público. Vitelio tuvo que subir los impuestos, hipotecar propiedades del Estado y pedir mucho dinero prestado para mantener su ritmo de extravagantes comilonas. Sus súbditos, a sus espaldas, le apodaban Vitello (ternero).

El Emperador caminó sin gracia hasta su triclinio, donde tendió su mole como una especie de Jabba romano. Junto a él se situó Asiático, un liberto de origen… asiático que era su favorito y mano derecha. Desde allí, el Emperador se dirigió a todos los presentes:

“Romanos, conciudadanos, invitados de tierras lejanas: mucho me complace veros a todos aquí para una nueva frugal colación —risas forzadas entre los asistentes.— Bien, pues Mi Augusta Majestad tiene un anuncio que haceros. Hemos tenido conocimiento de que algunos generales revoltosos en varias provincias no han acatado mi divinidad, sino que piensan alzarse con sus tropas contra nosotros. —Exclamaciones de ¡Oh! ¡Ah! ¡Malditos! al escuchar noticia de la misma traición que había llevado al propio Aulo Vitelio al trono—

“Pues hemos decidido que necesitamos más tropas para enfrentarnos a esas posibles amenazas. Ya conocéis mi divisa: nada huele mejor que el cadáver de un enemigo muerto; pero si ese enemigo era un conciudadano, huele doblemente bien. Así pues, para asegurar mi victoria contra esos traidores, he decidido llamar en mi ayuda a… la Legión Insepulta.”

La concurrencia se quedó muda, estupefacta.

La princesa armenia Madelaf, que no entendía a qué se refería aquello, preguntó en un susurro a su amiga, la historiadora aficionada Sansa:

—Sansa, ¿qué esto es de la Legión Insepulta? ¿Por qué todo el mundo se ha quedado como de piedra?

—Es una leyenda romana. Cuenta que los cadáveres de todos los legionarios romanos que mueren sin debida sepultura, no descansan, sino que pasan a formar parte de una Legión Insepulta de no-muertos. Esta Legión lucha, en una guerra interminable y sin descanso, contra los gules que habitan en las catacumbas de Roma.

—¿Los gules? ¿Esos seres medio humanos medio perros que devoran carroña y viven en los cementerios?
—Esos mismos. Veo que en Armenia también los tenéis. Así es, Made. La Legión Insepulta es lo que mantiene a esta ciudad a salvo de los gules, que sólo se atreven a salir por sitios ocultos y siempre regresan a sus cubiles antes de amanecer.



Prosiguió Sansa: —Si no nos protegiese la Legión Insepulta, las noches serían un reino de terror.

El Emperador continuó con su discurso:

“Pues bien, he decidido que dentro de cinco días, con la próxima Luna Nueva, mi fiel Asiático llevará mi anillo imperial al templo de Plutón Verbenero para llevar a cabo el ritual. Con el apoyo de la Legión Insepulta, ¡mis ejércitos serán invencibles! ¡Llenaremos el Imperio con los cadáveres de esos traidores!”

El público jaleó con aparente entusiasmo al Emperador, pero muchos de los asistentes no pudieron evitar las caras de preocupación. ¿Qué sería de Roma sin la protección de la Legión Insepulta? Un pequeño grupo de disidentes empezó a congregarse, disimuladamente, en un rincón de la sala. Cuando se aseguraron de que nadie les veía, salieron a una salita lateral y empezaron a conspirar.

—¡Tenemos que hacer algo! —dijo el venerable senador Augustus Kerman, que tenía la rara habilidad de gritar susurrando.

—En tiempos de crisis para Roma, lo suyo es consultar los Libros Sibilinos. —Dijo Lauerys, que creía a pies juntillas en toda clase de profetas, adivinos y tratantes de lo sobrenatural.

—¿Die Libren Sibilinos? ¿Y eso qué ser? —Preguntó la gladiatriz germana Asha.

—Son unos libros de profecías, muy antiguos… Los compró el último rey de Roma—respondió Ellaria, el ama de Asha.

—Pero en Roma no reyes. En Roma haber Emperador —respondió Asha.

—Vamos a ver —dijo, paciente, Ellaria —En tu idioma serían los “Latin Kings.”

—Ah, ja ja, Latin Kings. Sí, yo saber. Siete reyes viejos de mucho tiempo.

—Pues el último “Latin King”, Tarquinio el Soberbio, compró tres libros proféticos a una adivina llamada ”La Sibila”. Se guardan en el templo de Júpiter, en la colina Capitolina.

—Pues, si nadie tiene una idea mejor… —Dijo el centurión chusquero Theon Lobster. —Vamos al Templo de Júpiter y a ver si el Padre de Roma nos ilumina. Yo quiero acción ¡pero ya!

Lo que no sabían los once conspiradores era que, entre ellos, se escondía un agente secreto del Emperador. Estaba tomando buena nota de todo, haciéndose pasar por uno de ellos… para liquidarlos sigilosamente de uno en uno según se le fuese presentando la ocasión. Llamaremos a este siniestro personaje CHECHINVM MAGNIFICVM (en género neutro, ya que ahora mismo nadie sabe si es hombre o mujer).