HISTORIA INTRODUCTORIA
La formidable María de Molina, que había sido el poder en el trono, junto al trono y detrás del trono en Castilla durante los últimos 25 años, leía con preocupación un rollo de pergamino que le había traído con urgencia un mensajero desde la villa de Martos, donde se hallaba el campamento del Real Ejército.

Su hijo, el rey Fernando IV, se hallaba asediando Alcaudete, villa de fácil rima y difíciles fortificaciones, situada al Suroeste de la actual provincia de Jaén; con intención de arrebatársela al reino musulmán de Granada.
—Este hijo mío, de verdad —suspiró la madre del rey, al terminar de leer la carta – En cuanto le dejo solo mete la pata hasta el corvejón. En fin, llamadme a Sansalayne, Madelaph, Laurence de Burdeos, Liadriel, Aslan de Baskerville, Boubaris de Manacor, Loboblanco de Zamacona y las caballeras de Montesa, dueñas Asha y Ellaria. A ver cómo solucionamos este entuerto…
Al cabo de una hora, todas las citadas se hallaban en presencia de María de Molina. Pese a estar ya avanzada la tarde, hacía aún un calor de mil demonios, por lo que el rubor de los abanicos era un contrapunto constante a las palabras de la señora. Tapices y cortinajes verdes con las armas del Señorío de Molina cubrían las paredes de la estancia: no en vano a esta facción de la Corte se la conocía como “los verdes”.
—Estimadas, es posible que ya os hayan llegado rumores de lo acontecido esta mañana en la villa de Martos. Para evitar malos entendidos, voy a leeros la carta oficial que me ha hecho llegar esta misma tarde don Diego Rodríguez, Escribano Real digno de toda confianza:
“Estando en Martos el rey Don Fernando de Castilla, el Quarto de su Nombre, conquistador de Gibraltar, acussaron ante él a dos escuderos, llamados el uno Pedro Carbajal y el otro Juan Alfonso de Carbajal, su hermano, que ambos andaban en su corte; oponiéndoles que una noche, estando el Rey en Palencia, mataron a un caballero llamado Gómez de Benavides, al que quería mucho el Rey, dando muchos indicios y presunciones porque parescía que ellos le havían muerto.
El rey Don Fernando, usando de rigurosa justicia, fizo prender a ambos hermanos, y despeñar de la Peña de Martos; antes que los despeñasen, dixeron que Dios era testigo y sabía la verdad que no eran culpantes en aquella muerte que les oponían; y que pues el Rey los mandaba despeñar y matar a sin razón, que lo emplazaban de aquel día que ellos morían en treinta días que paresciesse con ellos a juicio ante Dios. Los escuderos fueron despeñados y muertos.”
—Como veis, nobles damas y caballeros, la situación es grave. La vida de mi hijo el Rey, por no hablar de su alma inmortal, corre serio peligro. Lo que menos necesita Castilla ahora es otra regencia, con nuestros enemigos en la Corte, los “negros”, acechando a cada paso. Necesito toda vuestra colaboración para superar esta crisis.
—Sin duda hablo por todas las presentes, cuando expreso mi inquebrantable deseo y voluntad de ayudar a Su Alteza y a Su Majestad el Rey en este trance —respondió rápidamente Liadriel, que nunca perdía ocasión de hacer la pelota a María de Molina.
—No esperaba menos de vos. Escuchad mi plan. ¿Qué dice la sabiduría popular que debe hacerse en un caso como este?
—Eh… poner una vela a Dios y otra al Diablo —respondió Ellaria.
—Exactamente. Por la vela a Dios, no os preocupéis. El rey, la reina Constanza y yo rezaremos constantes rosarios y novenas. Donde entráis vosotras, es en la vela al diablo.
—¿Una vela al Diablo? ¿Cómo… cómo es eso? ¿Qué esperáis de nosotras? —dijo un atribulado Loboblanco. —Que yo soy cristiano viejo.
—Valiente idea —dijo Ellaria a Asha, por lo bajini —Subcontratar los tratos con demonios, para salvaguardar el alma inmortal del rey y la familia real.
—Es fama que en Salamanca hay una universidad oculta en la que enseña el propio Lucifer. Deberéis llegaros allí y conseguir que el Ángel Caído garantice que mi Fernando no se muera en el término de un mes.
—Eh… disculpad, Alteza. Ahora habéis dicho “un mes”, pero la carta del escribano real dice “treinta días”. No es lo mismo —terció Aslan de Baskerville.
—Bueno, pues treinta días —respondió María de Molina.
—Pero vamos a ver, ¿son treinta días naturales, o treinta días hábiles? Porque claro, si podemos añadir domingos y festivos, la cuenta cambia. —Contestó Liadriel.
—En Derecho Canónico los días siempre son naturales, esa pregunta es indigna de una Notaria Mayor del Reino —replicó Aslan, en tono irritado e irritante.
—Dos abogados, tres opiniones —opinó, resignada, Sansalayne. —A mí me pasaba lo mismo cuando reinaba.
—En Salamanca enseña ahora Luis Díez Picazo “El Joven”. Es la mayor eminencia de las Españas en Derecho Canónico. Él, sin duda, sabrá resolver esta controversia —respondió Laurence de Burdeos.
—Esto… mi señora… no me corresponde a mí pedir mercedes para otros, pero… me veo obligada a señalar que, en esta compañía, todas somos nobles o caballeras, excepto Boubaris de Manacor. —intervino Asha.
—Es de justicia que, si se va a jugar el alma por el Reino, al menos se le compense con una baronía o se le arme caballero —abundó Liadriel.
—Está bien, es justo lo que pedís —replicó María de Molina. —Y creo que tengo una baronía pendiente de asignar, tras la muerte de su titular. Uhhhmmm… tendré que haceros Conde por mor de esta empresa. Así pues, Boubaris, os nombro Conde Mor y barón de Barbate.
—OHHHH Alteza, ¡veo colmadas mis más locas esperanzas! ¡Iré al infierno por vos y obligaré a todos los diablos a cuidar del Rey Don Fernando! ¡Gracias, Alteza! ¡No os defraudaré!
—Tened en cuenta, barón, que estos títulos que os concedo son vitalicios, revirtiendo a la Corona a vuestro fallecimiento. Mas, si volvéis con éxito de esta misión, pasarán a ser hereditarios.
—Ya que se están repartiendo mercedes… ¿qué tal un adelanto de, digamos, veinte maravedíes por cabeza? Para comprar provisiones para el viaje —aprovechó Loboblanco. María de Molina no se dignó a contestar de palabra, sino afirmando con un simple ademán de su cabeza.
—Treinta días ir hasta Salamanca, resolver los problemas en las dos Universidades y regresar aquí… harta prisa habremos de darnos, Alteza, que es largo el camino y mucho aprieta la calor para viajar a mediodía —intervino Madelaph.
—Bien dicho, Doctora. Ya podéis daros prisa y partir esta misma noche, ligeras de equipaje. ¡Ah! Y nada de salir de Andalucía por Despeñaperros, que es el camino más obvio, con lo que sin duda “los negros” os estarán esperando allí. Tendréis que pasar Sierra Morena por la Vía de la Plata o por la raya de Portugal.
Lo que no sabía María de Molina es que el plan de los “negros” no era esperar al grupo en Despeñaperros; sino utilizar al Chechino que tenían infiltrado entre los “verdes” para ir matándolos de uno en uno…